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El dolor oculto:

Relatos de quienes habitan enfermedades silentes:

 

Este post nace porque alguien que sufre me confió una experiencia dolorosa: fue objeto de burlas y miradas que le dieron la espalda.
No sabemos las batallas que cada quien lleva; pidamos respeto y compasión antes de juzgar.



 

A menudo al cruzar miradas creemos haber leído almas. Pero bajo muchos rostros tranquilos laten paisajes de tormenta que nadie anuncia. Hay batallas que se libran lejos del ojo ajeno, en territorios íntimos donde el cuerpo y la memoria negocian su supervivencia.

No todo sufrimiento deja huella en la piel ni se nombra con facilidad. Existen enfermedades que se esconden en el susurro del día a día: fatigas que convierten lo cotidiano en proeza, dolores que no aparecen en radiografías, miedos que habitan hábitos y silencios que pesan más que cualquier diagnóstico. Quien las padece aprende a caminar con mapas invisibles, a medir fuerzas en pequeños gestos, a celebrar victorias que apenas parecen tales.

Por eso conviene mirar con menos prisa y más ternura. No juzguemos la calma de un rostro ni subestimemos la voz que calla. Cada persona guarda un universo: memorias, temores, resistencias, esperanzas que no se ven a simple vista. Honremos ese mundo con paciencia, escucha y compasión; porque en la ausencia de señales evidentes, la humanidad reclama —más que explicaciones— compañía.

 

Imágenes de Cortesía Freepik


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